Inmortales

 

 

Cada lluvia

regresas a mi estómago,

y caes sobre las mariposas

que duermen en él desde que te marchaste.

Las echas a volar,

y suben destrozando mi garganta

hasta el cielo de mi boca.

Y la secan.

Como si mi cuerpo ya no tolerase la humedad.

 

En esos días,

si alguien

me pregunta por el amor,

te prometo que jamás destapo nuestro secreto,

pero pienso en ti

y aprieto los labios,

para evitar

que escapes de mí y te esfumes.

Otra vez.

 

En esos días,

se vuelven tristes todas las miradas

y salgo a la calle.

Paseo nuestros recuerdos por las esquinas viejas.

Miro aquel rincón,

donde nos escondió la catástrofe de ser vistos.

Miro la parada de metro de las despedidas disimuladas,

frías,

llenas de ganas.

Miro los fantasmas de lo que fuimos,

caminando visibles sólo para mi,

y hablan,

gritan,

repitiendo ignorantes nuestros comienzos.

Ellos,

aún se creen mortales.

Por eso la pasión en sus caras,

las carcajadas rompiendo la crueldad de lo imposible,

el desenfreno,

la prisa.

 

En esos días,

la conciencia me arrebata la paz,

hablo a solas,

te echo de menos,

me arrepiento,

y comprendo

que no importa cuánto alejes tus dedos de mi destino,

sigues erizando el vello de mi cuerpo,

robándome el perdón,

evitándome el olvido.